lunes, 15 de agosto de 2016

El Dortmund debe esperar a Marco Reus

La enigmática lesión de Marco Reus, una más en el Borussia Dortmund, ha repercutido muy poco en el verano del club. Las actualizaciones sobre su evolución han sido escasas y poco esclarecedoras. La intrascendencia debería sorprender porque la salida de los tres pilares del primer Dortmund que construyó Tuchel le ha consolidado no sólo como la estrella deportiva, sino también como el emblema del club y de la ciudad. El último vestigio de lealtad al club. El motivo es que Watzke y Zorc han vuelto a ejecutar una campaña de fichajes elogiada en todo el continente. Primero, con estimulantes proyectos aún por educar. Para completar, con jugadores ya formados y que conocen el campeonato local. En ambos casos, con predominio de futbolistas que actúan en las mismas zonas que el internacional alemán. El primer choque oficial de la temporada sugirió lo previsible: hay motivos para el entusiasmo, pero se deben tratar con cautela, y Tuchel tendrá que estudiar su asignatura pendiente: obtener lo mejor de Reus.

Tuchel dio la bienvenida a Ancelotti con el clima ya común del Westfalenstadion, las agobiantes líneas adelantadísimas. Kagawa, solidario y comprometido en el esfuerzo sin balón, se unió a Aubameyang para entorpecer la conexión entre los centrales y Xabi Alonso. Aquí destaca el papel de Hummels precisamente por su irrelevancia. No fue un buen estreno. Si algo se espera de él es una notoriedad que no se percibió. Es pronto, pero ayer, sin Boateng, la jerarquía que debe representar él la exhibió Javi Martínez. También sorprendió la infrautilización de Lahm, muchas veces la llave de Guardiola para abrir candados, que ayer fue atado a la línea de cal. Todo el Dortmund empujó, Castro y Rode impidieron que los centrocampistas del Bayern jugaran de cara sin agobio. Dejar a Lewandowski y Müller contra el exasperante Sokratis y Bartra, más rápido que nadie en la anticipación, no fue un riesgo que lamentar. Pero lo que llenó de satisfacción, a la vez que de asombro, fue el desempeño del jovencísimo Felix Passlack. No se achantó ante un gigante como Ribéry. Se pegó a él en cada toque, le metió el cuerpo con una contundencia controlada y acabó desesperándole. 

En pocos minutos Carlo creyó conveniente que le convenía prestarle toda la iniciativa a su rival. Es la fase del juego que Tuchel más tendrá que restaurar, pero ya se vislumbraron las primeras luces del trabajo de Tuchel. Rode atesora la movilidad constante por delante del balón que Tuchel demanda. Además, el balón no le quema, pero es rápido para emprender la conducción o soltar el pase. El Gonzalo Castro más auxiliar en salida y Bürki integrado como undécimo jugador de campo complementaron a la defensa en las primeras cadenas de pases. El Dortmund aprovechó el desajuste inicial del Bayern. Ancelotti colocó a Vidal en banda derecha, presumiblemente para reducir el impacto de Schmelzer y Dembélé, pero esto propició una estructura vulnerable, una presión mal medida, de la que se beneficiaron Rode y Bartra para colar pases a los de arriba. Kagawa, motivado por la feroz competencia que tendrá este curso, se balanceó para marear a Xabi Alonso. Dembélé, con buen tacto para recibir en zonas molestas, demostró que está verde: detalles deslumbrantes, pero las malas decisiones y la prisa le condujeron al fallo. Ramos, en el rol de banda que ya le introdujo Tuchel la temporada pasada, no fue cazado entre central y lateral. El entrenador italiano palió los daño reordenándose en un 4-1-4-1, pero no dejó de ser inferior. Ni frenó a Passlack. Presentó su candidatura para ocupar una posición con margen de mejora, el lateral derecho, también por su contribución ofensiva. Siempre atendió su llamada en el cambio de orientación al lado débil, incorporándose rebosante de convicción sin ser un extraño en el último tercio, pues es un centrocampista de banda o mediapunta de formación. 


Al Dortmund le faltó clarividencia en los últimos metros, determinación y no toparse con Neuer. En el transcurso del encuentro, Aubameyang se diluyó en la búsqueda infructuosa del gol. En el comienzo de la segunda parte, Passlack parecía decidido a ganar el partido, subiendo a fogonazos desaforados. Pero del desacierto despertó la precipitación colectiva en la finalización. El 0-1 fue un puñetazo seco y definitivo al ánimo, y despertó la pesadez de piernas propia de estas alturas de la temporada. Más allá de la intención de Weigl de atraer el balón para mandar, no hubo liderazgo para acometer una remontada. El Bayern afianzó su bloque defensivo para fortalecer su propuesta de ser vertical con el balón. Acabó el partido disfrutando sus minutos de mayor comodidad y efectuando sus mejores salidas. El final del BVB sólo deja dos apuntes interesantes para ir averiguando las intenciones de Tuchel: abrió muchísimo a Schürrle en banda derecha, sin acercarlo a un gol que no había manera de marcar, y su último revulsivo fue Emre Mor como hombre más adelantado. El turco pretendió sacudir al Bayern con electricidad, pero ya era tarde. El tiempo dirá si este resultado, otra derrota más del Dortmund a manos del Bayern, tiene peso emocional. Al margen del marcador, el juego recordó que Guardiola ya se fue. Hacía tiempo que el BVB no superaba así al grande bávaro. Pero deberá esperar a Marco Reus. Probablemente, su mejor finalizador de las jugadas. Con certeza, su mejor jugador y más determinante.

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