lunes, 26 de septiembre de 2016

Tuchel construye con velocidad

Una de las virtudes de Thomas Tuchel es su habilidad para que su trabajo surta efecto muy pronto, tanto en el juego como en los resultados. Puede sorprender por tratarse de un entrenador con ideas complejas. En estos casos normalmente se solicita tiempo para que los futbolistas asimilen los nuevos conceptos, pero Tuchel los convence enseguida. En su estreno en la Bundesliga, tras seis jornadas tenía al recién ascendido Mainz en la quinta posición. En Dortmund aterrizó con el propósito de renovar el estilo de juego y la confianza de un grupo alicaído durante meses, y lo plasmó de inmediato sobre el césped y en los videomarcadores. Este verano perdió a los tres pilares esenciales de los sistemas que edificó en el primer año de proyecto, pero pese a tener un vestuario muy transformado y con varios jugadores aún en etapas primarias de su formación, a 26 de septiembre Tuchel ya ha instalado las bases de su modelo y ha pasado la primera capa de pintura.


Es pronto para calibrar en qué punto está el conjunto alemán para competir frente a la primera clase europea porque no lleva ni un mes cuajándose. La primera decisión de Tuchel fue priorizar a los futbolistas que habían completado la mayoría de la pretemporada con la intención de no dejar escapar puntos mientras reconstruía. Después de la primera Fecha FIFA y el fallido pistoletazo de salida en el viaje a Leipzig fue cuando pudimos ver las primeras pistas sobre el modelo nuevo. Las pretensiones del técnico de Krumbach son más parecidas a las de la primera vuelta de la 2015/16 que a las de la segunda. La posesión transcurre en una búsqueda permanente, por momentos apresurada, de la verticalidad. Un carácter casi frenético en el último tercio que proporciona un elevado ratio de ocasiones creadas por tiempo de posesión. Producir lo máximo posible para alcanzar la disposición de batir a cualquier rival en el día a día de la Bundesliga desde ya.

El hallazgo de la anterior temporada por parte de la directiva y el entrenador fue Julian Weigl. La actual se presentaba como una de crecimiento. Lógico por su edad e incitado porque Gündoğan se ha ido de su lado. Tuchel, en lugar de arroparle con otros centrocampistas, ha dispuesto un 4-1-4-1 bastante definido. Le ha alejado a los interiores, que buscan más la espalda de los centrocampistas rivales que el apoyo próximo a la base (1). Se entiende que el número de pases de Weigl haya descendido ligeramente. 

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¿Entonces? Sus apoyos están siendo los centrales. Esté o no tapado el mediocentro, asumen el esférico para alimentar a laterales, interiores o volantes sin necesidad de un puente (2). Y eso que se ha ido Hummels. Bartra ha encajado perfectamente en el puzle. Su adecuación en la propuesta ha sido inmejorable, desde garantizar una salida limpia a crear ocasiones con un solo pase. Sokratis tiene ahora más responsabilidad para iniciar el juego pero no desentona, mantiene un alto porcentaje de acierto e incluso amenaza con envíos verticales cuando la situación destapa más espacios de los habituales. Bartra se lesionó y Tuchel le ha puesto a Ginter el traje ya tradicional de su central izquierdo. Sin la extraordinaria técnica de Bartra, pero con suficiente pie para asegurar el pase. En dos años en Dortmund no había transmitido confianza ni evolución como central, pero es justo señalar que acaba de firmar su mejor partido tras tres encuentros de continuidad casi ininterrumpida. Bordó su papel en la confección de las jugadas, atreviéndose a romper más de una línea con sus pases, anticipando salir jugando tras el robo. Los datos corroboran esta importancia de los centrales. Contra el Freiburg, pese a que Weigl (78/86) dio menos pases que Ginter (80/96) y sólo 5 más que Sokratis (73/82), el BVB creó 16 ocasiones y disparó 24 veces.

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Esto no debe confundir. Weigl rebosa jerarquía y es más imprescindible si cabe. La diferencia entre cuando está o no en el campo es significativa. Hasta le ponen vigilancia especial (3), pero él se las arregla para incidir positivamente: si no puede recibir, abre camino a los centrales; si interviene, ya sea porque gracias a su movilidad se deshace de la marca o como apoyo del ataque por detrás de la línea de balón, muestra clarividencia y está pletórico en la distribución. Ahora sus pases son más largos de media, pero no baja del 90% de acierto y localiza todo lo que se mueve entre líneas. Por ejemplo, Raphaël Guerreiro, la otra figura cuya irrupción ha coincidido con el funcionamiento del colectivo. Ha compartido carril central con Gonzalo Castro, que es mejor pisando la frontal para asistir y castigando espacios con desmarques que ''inventándolos'' contra bloques compactos. También con Götze, en línea ascendente mientras comprueba que su trato de balón aporta una pausa interesante y sirve de de nexo, pero todavía carece de ritmo para reflejarlo durante 90 minutos. Así que el portugués está brillando más que ninguno, y en todos los papeles que le asignan. Aunque de manera circunstancial Tuchel lo ha sujetado más, en general no está siendo eso. Despliega movimientos verticales, diagonales y horizontales con sensibilidad y para dotar de vitalidad y variantes a la banda preferida del Dortmund para gestar su fútbol, la izquierda. Activa a Schmelzer y se beneficia de él, nutre a Dembélé para que le llegue mucho balón, pero realmente abastece a cualquiera que esté en el campo. Su inspiración le ha valido hasta marcar 3 goles y asistir otros 3 en tan sólo 285 minutos.

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En las bandas, los laterales siguen auxiliando en salida pero este año han perdido peso en ataque. Schmelzer ya no es absolutamente determinante arriba y en la derecha Passlack ha destacado más que Piszczek en el apartado ofensivo. Otra explicación es que hay mucha gente en tres cuartos y volantes e interiores se reparten las bandas en ambos lados. Por fuera prefiere recibir el indiscutible Ousmane Dembélé. El juvenil ya protagoniza giros de guion durante los partidos y desmantela planteamientos defensivos. Realmente es una joya por pulir que demanda de Tuchel un trabajo metódico. Enamorado del uno contra uno, hasta ahora el único capaz de frenarlo ha sido él mismo. Siempre está presente pero combina aciertos con errores y malas decisiones. Le marca la irregularidad en el gesto técnico. La misma plasticidad que le hace un superdotado del regate es posiblemente causa de que llegue al final de las jugadas sin el equilibrio adecuado para medir bien el pase o el tiro porque todavía debe mejorar el control de su cuerpo. En cualquier caso, es tan bueno que devuelve al equipo tanto como recibe. El otro puesto ha tenido varios ocupantes por la lesión de Schürrle cuando tan bien estaba rindiendo. Pulisic jugó en Varsovia y contra el Darmstadt sus dos mejores partido en el Borussia Dortmund. Mezcla mejor con un interior como Götze, acostumbrado a posiciones exteriores, lo que permite movimientos cruzados, también reproducidos en el costado opuesto, para mayor fluidez y despiste de los adversarios. La conducción del estadounidense es más vertical que la de Mor, otro proyecto para que Tuchel eduque con esmero. Está integrándose en el equipo pero siempre la pide y agita. Hasta ahora en el texto no se ha mencionado a Pierre-Emerick Aubameyang. De intentar 20 pases por partido en la primera vuelta de la pasada campaña ha bajado a 16. Pero su figura tiene mucho valor en el sistema. Ante tal acumulación en tres cuartos de campo, el gabonés es el contrapunto necesario en forma de de rupturas. Aubameyang manifiesta una temporada más su capacidad de adaptación a lo que le pida el técnico y aprovecha lo que los demás generan para conservar una muy buena cantidad de goles y fallar otros tantos claros.

En un equipo en construcción el mencionado cariz ofensivo impone el peaje de exponerse en defensa. Pero no lo hace en la medida de agosto a diciembre de 2015, cuando más frágil fue. Ahora no pierde tanto el balón, menos en zonas desaconsejables y, a pesar del 4-1-4-1, queda mejor protegido porque se cuida de sujetar un lateral si el otro se prodiga en ataque. Todo esto es herencia de los meses de enero a mayo, cuando Tuchel imprimió un carácter más controlador a la posesión. Los números no mienten: 0'6 goles recibidos por partido frente a los 1'2 de la pasada primera vuelta entre Bundesliga y Europa League. Otro motivo es que Bürki está parando más. Promedia 4'5 paradas por cada gol que recibe (3'5 por partido), un salto considerable comparadas con las 2'29 por gol de su temporada de debut en Dortmund (2'22 por partido). No todas son perfectas ni desbaratan totalmente el peligro, pero el arquero suizo está mejorando. Siempre se presta con los pies a soportar presiones. Y está ganando en personalidad, lo que necesita el club de su portero para viajar por Europa. El BVB más endeble se vio en Wolfsburgo, donde se batió con el rival de mayor arsenal ofensivo hasta ahora, menos balón tuvo y menos lo usó para defenderse. Empezaba a defender muy arriba y con una actitud muy activa hasta la altura del central poseedor del balón (4). Esto conlleva riesgos con este esquema porque obliga a Weigl y los defensas a cubrir muchos metros. Aquella noche no opuso suficiente resistencia atrás y aguantó por un partidazo de Bürki.

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Intentar acertar la alineación para recibir la visita del Madrid sería aventurado, especialmente porque varios futbolistas son duda. En primer lugar, ni sabemos cómo se repartirá la posesión. En Wolfsburgo, el Dortmund ya exhibió un poderío que asusta al contraataque mediante jugadores no sólo rápidos, sino también muy inteligentes explotando los espacios, tanto dibujando desmarques como impulsándolos con envíos precisos. Sin embargo, conociendo al técnico borusser, con una estructura defensiva todavía por estabilizar, y confirmada la baja de Casemiro, es probable que prefiera una alta cuota de balón, desgastar al grupo de Zidane mientras le esconde la pelota y testar su cohesión sin el brasileño. Para llevar acabo ese plan debe conceder menos pérdidas que la UD Las Palmas el sábado. De Weigl ya sabemos que no se acobarda ante las presiones, Guerreiro las combate con suficiencia por su protección del balón y su giro, pero la disponibilidad de Bartra sería un plus. De su presencia depende la formación de la defensa, aunque con Tuchel no hay que descartar mayores modificaciones como sería un defensa extra, lo que ya hizo la pasada primavera: tres centrales o dos laterales que entre ellos desempeñen funciones de central, lateral y extremo. Otra alternativa es Guerreiro en la banda, donde mantendría su producción en campo rival, perseguiría a Carvajal y podría echar una mano a la zona de Ginter y Schmelzer, que podría sufrir para contener a Bale. Si Schürrle está listo, jugará. Tiene la plena confianza de su entrenador, es un competidor que no escatima esfuerzo defensivo y asegura una llegada al área avalada por su gol. Una incógnita es si sacrificará a uno entre Dembélé, desequilibrante compulsivo pero un novato, o Götze, con mucha más experiencia en Champions pero cuyo fútbol actual promete menos certezas. No sabemos si se colará Castro, más aplicado en defensa, vertical en transiciones y cada vez mejor finalizador de jugadas. Otras opciones son Kagawa, Pulisic o Rode para equilibrar el equipo. Cabe recordar que en el primer gran cita del pasado curso Tuchel varió notablemente su propuesta -con Guardiola enfrente, eso sí-. Esta vez deberá decidir en función de estados físicos, prever el contexto táctico y ponderar el componente emocional de la Champions League, pues no olvidemos que hasta seis futbolistas debutaron en Varsovia, un simulacro comparado con jugar contra el Real Madrid en Europa.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Japón remará a contracorriente

Asia afronta la última ronda de su proceso clasificatorio a Rusia 2018 con la aspiración de tener 5 representantes en una Copa del Mundo por primera vez en la historia. El requisito es que el representante que salga de una eliminatoria entre los dos terceros de sendos grupos elimine al cuarto del grupo final de la CONCACAF. A priori, la mejor candidatura la presenta el grupo B, que reúne a tres semifinalistas de la última Copa Asia: Australia, Irak y Emiratos Árabes Unidos. También está Arabia Saudí, que acabó primera e invicta en el grupo de la anterior ronda que compartió con EAU, a quien derrotó en Yeda. Otra participante es Tailandia, con quien Irak no pudo en la segunda ronda clasificatoria, ni en los enfrentamientos directos ni en el cómputo global del grupo. Por último, Japón, quien ha asistido a los últimos cinco Mundiales y ha dominado la Copa Asia en las últimas dos décadas, pero en la última firmó su peor resultado desde 1996, en los últimos tiempos atraviesa por inestabilidad en el banquillo y es acechada por las dudas que revolotean alrededor, dispuestas a atormentar en cualquier tropiezo. La derrota en Saitama contra uno de los rivales más potentes siembra el nerviosismo desde la primera jornada.

La disposición inicial de Japón fue óptima. Pero la movilidad creativa de Honda, la fluidez por el pase de Oshima, el gol... todo se disipó con el empate de Ahmed Khalil mediante un disparo de falta en el que Nishikawa debía haber hecho más. No fue circunstancial, porque la vulnerabilidad nipona en defensa era manifiesta. Sin estructura equilibrada tras perder el balón, lo pasaba mal corriendo hacia detrás para perseguir a los dos adversarios más adelantados, Ahmed Khalil y Ali Ahmed Mabkhout. Lo único que parecía permanecer en Japón fue la lucidez de Kiyotake, pero la estéril posesión del conjunto lo opacó todo durante la mayor parte del tiempo. Cabe apuntar que el bloque de Mahdi Ali se colocó mejor, elevó la intensidad, disminuyó el espacio entre las líneas, acudió mejor a las ayudas y tuvo a Khamis Ismail auxiliando de un lado a otro de la medular. Pero la propuesta del equipo de Halilhodžić para desmontar ese entramado defensivo dejaba mucho que desear. Una circulación lenta, plagada de indecisión, sin cambios de orientación, pensando en exceso cada toque porque no se ocurría ninguna solución. A menudo, esto concluía con un pase fácil pero mal ejecutado y de incómoda recepción. Endo hacía pesada la base de la jugada, Okazaki no entraba en juego, no se aprovechaba la altura de los laterales. Mahdi Ali completó su solidez dando entrada a Walid Abbas por Abdulaziz Sanqour para cambiar de lateral izquierdo. En sentido contrario, Omar Abdulrahman aumentaba los problemas para los locales. La estrella de Al Ain partía de la banda derecha, pero en cuanto su selección tenía el balón, inmediatamente estaba a la vista, normalmente por el carril central, y con una línea de pase de por medio para recibir y, gracias a su extraordinario zurda, continuar y mejorar el ataque. Si el panorama era propicio, un pase de Omar podía crear una jugada. 


El segundo giro en la conducta japonesa lo dio el segundo gol de Ahmed Khalil. Entonces, Japón, presa de la exigencia, no tuvo más remedio que acelerar el ritmo. Lo hizo por la banda y especialmente por la izquierda, donde confluían varios factores: el compromiso intermitente de Omar, que se incrustaba en la línea de centrocampistas pero no solía seguir al lateral, Gotoku Sakai, más fino que Hiroki, el otro lateral, y además ingresó Takashi Usami, enérgico y proponiendo paredes. El plan japonés se basaba en profundizar por fuera y centrar para rematar en el área o ganar el rebote en la frontal. Era simple pero a Emiratos le incomodaba y su portero, Khalid Essa, teñía el aire de inseguridad con saltos aleatorios y guantes resbaladizos. Mahdi Ali aplacó la acometida por ese costado colocando en el extremo un jugador de mayor sacrificio defensivo, Mohammed Fawzi. Además, le permitió a Omar Abdulrahman, su imán con balón, dedicarse exclusivamente a atrapar el esférico, pausar y agarrar algún socio, con preferencia por Amer Abdulrahman, para que su equipo cogiera aliento. Vuelve a demostrar que no sólo rebosa calidad, sino también lidera en diferentes escenarios. Japón fue forzada a inclinar su ataque a la banda derecha, aunque implicara obligar a Honda a quedarse abierto centrando a pierna cambiada. Más allá de intentos individuales, no había mucha opción diferente para plantearse. En parte porque Kagawa completó un partido decepcionante sin asomarse entre líneas más que en unos pocos chispazos, constatando de nuevo que no desprende la magia de la época en que conoció a Tuchel. Sin embargo, como ya se ha señalado, Emiratos lo pasaba mal en este escenario. Pero resistió aferrándose a otro jugador de Al Ain, Ismail Ahmed. El central se elevaba por encima de todos como la única torre de defensa en el área. Así murió el partido, con Japón desesperada y lineal, Ismail Ahmed negando la caída y la tradicional falta de pegada, que también fue clave.

Hay 9 jornadas y 12 meses de travesía por delante, pero a Japón ya se le presenta a contracorriente, pues comienza 3 puntos por detrás de Australia y Emiratos Árabes Unidos, los adversarios más fuertes. Quedarse con el reto de ser la responsable de que vayan 5 asiáticas a la Copa del Mundo no debería plantearse. Para reconducir la situación, el martes llega la primera oportunidad con el viaje a Bangkok y el duelo directo en Abu Dabi entre EAU y Australia. Los jugadores necesitarán una inyección de confianza, pero también un lavado de cara desde el banquillo.