El fútbol en sí mismo ya es suficientemente largoplacista como para tomar decisiones precipitadas. Las temporadas se cuentan por años y, tras finalizar, sólo unas semanas de espera te separan de una oportunidad para volver a empezar, resarcirte y construir un nuevo presente. Hasta tenemos un ejemplo reciente en el más grande. Hay altos y bajos en las carreras, y nada tiene por qué ser definitivo. ¿Qué determina que un jugador que ya demostró tener fútbol de sobra en sus pies para el primer nivel no puede recuperar esa consistencia en su juego? En la mayoría de casos hay lugar para la esperanza.
Tuchel lo tenía claro desde el primer día: ''Tenemos una plantilla fantástica. Lo que quiero es trabajar con todos los jugadores y formar mi propia impresión de sus cualidades y personalidad''. Se podía empezar desde cero. De los actuales fijos en su Borussia Dortmund, podríamos señalar a tres que se quedaron con estas palabras y las han puesto totalmente a su favor. Henrikh Mkhitaryan, Shinji Kagawa y Matthias Ginter. El fichaje más caro de la historia del club, el más ilusionante de 2014 y uno de 10 millones de euros con apenas 20 años recién llegado de alzar la Copa del Mundo. Se reunieron en un mismo vestuario un año atrás, y ninguno se salvó de una primera experiencia negativa.
El armenio encaraba su segundo curso, y no se puede decir que empezara con mal pie, pues lo cierto es que estaba jugando bien, pero cada partido de ocasiones desperdiciadas eran piedras que se apilaban sobre su espalda hasta hacerle caer irremediablemente en la dinámica general. Suscitó críticas, muchos recordaron su precio, surgieron rumores sobre una salida. No palpó las redes en Bundesliga hasta el 18º octavo compromiso, cuando sólo había dejado por el camino una asistencia, un gol en en la primera ronda de la DFB-Pokal y otro en la Supercopa. Se olía a marzo y la espiral en la que se había sumergido con el colectivo sería irreversible. Con el japonés desde el principio se adivirtió que se requería tiempo. En su periplo fallido por Manchester se le alejó de su zona de influencia, algo que Klopp no toleraba. Le dio acomodo en su sitio al risueño japonés que regresaba como el que quiere volver a casa, donde se siente querido, como ya hizo en su día Nuri Şahin. Pero la primera estación de recuperación no hizo más que alargarse, inmersa en un contexto que tampoco era propicio. No eran pocos los que se preguntaban si algún día recordaría sobre el verde aquel juego exquisito. Ginter sería el cuarto central, llegaba como campeón del Mundo sin haber salido de su Friburgo natal y se aseguraba que desembarcaba en el club del que era aficionado. Sus minutos, como era de esperar, fueron limitados. Por su déficit en la seguridad y el apreciable nerviosismo el chico se vio envuelto por una capa de críticas que, en el ambiente tambaleante, acabó por engullirle. Incluso se habló de que podría dejar el club, era el caso más crítico. Pero la directiva sería fiel a sí misma: ¿por qué se le iba a negar la confianza a un joven que daba sus primeros pasos en una experiencia totalmente nueva? Zorc y Watzke no son de poner a estos jugadores en crecimiento a jugársela a cara o cruz, les dan tiempo y unas circunstancias más favorables. Era de locos fulminar un proyecto a largo plazo.
Mkhitaryan se desquitó en cuanto guardó el bañador y la sombrilla. Desprendía de sus botas determinación a raudales. Parecía que Tuchel le tenía preparada una posición más centrada, pero no importó que para juntar a todos los buenos hubiera que adecuarlo a una posición de partida en banda. En la izquierda, el sitio que era de Reus, potencia y se ayuda de un Schmelzer desatado, le abre líneas de pase al omnipresente Weigl, tiene cerca a Kagawa y a Aubameyang a tiro de piedra. Todo debidamente acompañado por el juego de Tuchel que le permite conducir, permutar con los demás, verse con Reus y, en definitiva, con cualquiera mientras recorre la mitad que defiende el adversario, porque le entrega el dinamismo y la libertad en el ataque posicional, culminándolo todo con una finalización contundente. El resultado: 9 goles y 8 asistencias en 11 partidos. El resarcimiento de Kagawa se ha ido enfatizando cada semana. Como un híbrido de interior izquierdo y mediapunta, tiene contacto directo con la salida de balón, pero, por supuesto, flota por esa mediapunta donde se relaciona con cualquiera y le pone picante a la jugada. A destacar, el pase interior desde las inmediaciones de la frontal y el centro enroscado plantado en el vértice del área. Esta pareja, que reduce el efecto de la baja de Reus, exigen conceder el mínimo espacio entre líneas, como hizo el Hertha mejor que nadie hasta ahora durante 45 minutos y como no hizo el Bayer Leverkusen con su juego más agresivo desde la primera línea. Los dos castigaron eso y soltaron al lado débil, por donde sorprendía Ginter, en su día delantero centro, para cargar el área con más agresividad de la que se le vio en su año en el centro de la defensa. Central y en situaciones de urgencia mediocentro, su reconversión a lateral llegó principalmente por casualidad. El Dortmund había jugado una primera parte defensiva horrible en Noruega que pedía modificaciones. Tuchel optó por retirar a Gonzalo Castro, improvisado lateral derecho por las lesiones de Piszczek y Durm, y mantener a Ginter, quién sabe si protegiéndolo mentalmente evitando señalarlo, pero desplazándolo al lateral. El ensayo se ha visto respaldado por cada vídeo resumen de partido, pues no se ha perdido uno. Y es que si bien en el aspecto defensivo no ha sido una roca y habrá que observarle con regularidad, y con el matiz de que los errores que cometerá durante esta formación podrán subsanarse, lo que ya queda fuera de toda duda es su contribución ofensiva: 2 goles y 7 asistencias en 6 partidos y medio, mínimo un pase de gol por partido en Bundesliga, pues ya nadie lo ha movido de ahí. Son cifras que ningún lateral de la élite europea combate. Pero no se queda ahí. Tuchel exige que sus laterales sean elementos activos en su circulación, y él mantiene el ritmo tanto con pases horizontales como a la ruptura de un atacante, apoya y recibe en carrera, centra y dispara. El sistema le está protegiendo, él recompensa con descaro y acumula confianza en cada jugada.
Se debe apuntar que esta transformación positiva es de carácter colectivo y existen otras individualidades que no se han recogido en este texto. Lo de Schmelzer, sin duda protagonista en el inicio de la era Tuchel, y Gündoğan tiene una vinculación directa con dejar lesiones atrás. Hummels merecería una pieza aparte si extiende su estado de forma. Y puestos a no renunciar a nada, a Nuri Şahin se le esperará.
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