''¿Con quién vamos?'', preguntaba un aficionado al fútbol sudamericano de San Pedro del Pinatar mientras se acomodaba en La Condomina. Su expresión reflejaba una resignación esperada cuando la respuesta era ''con el Real Murcia''. El admirador de la U de Chile de Sampaoli se declaraba fiel seguidor del UCAM en las dos últimos temporadas. Sus primeros compañeros de asiento no descubrieron el por qué del cambio tras haber seguido al Real Murcia; su suegro le reclamaba a su lado para ver el partido. El encuentro aún no había comenzado, pero por la tribuna ya desfilaban los jerseys de lana, las camisas protegidas por abrigos y, sobre todo, las camisetas granas del Murcia. En un domingo otoñal infinitas camisetas granas del Murcia habían anunciado el evento desde el mediodía citándose en las plazas de la capital, se habían adueñado de la entrada al estadio desde más de dos horas antes y habían acabado tiñendo los fondos y el lateral habilitado para los espectadores.
Ya con el juego en marcha, uno de los protagonistas en la previa, Alejandro Chavero, parecía poseído por sus palabras durante la semana: "¿Ellos celebrarán un gol si marcan aunque sean amigos míos? Pues yo lo mismo". Siempre guiado por su dinamismo, ejercía de box-to-box, dejando a Armando por detrás y uniéndose a los atacantes. Encontró un buen acompañante en Sergio García, pegado a la banda izquierda y siempre vertical, aunque el lateral Pumar no igualó el aporte ofensivo de Hostench en la jornada anterior. En la punta del ataque cuesta no ver a Carlos Álvarez corriendo de un lado para otro cada vez que le diriges la mirada pero no conectó ni un disparo certero. Y por detrás, el talentoso Fran Moreno no gozó de mucho juego interior cerca de la frontal en un encuentro más enfocado a las bandas. Porque también era así cuando el UCAM atacaba, proyectando a su dos laterales y haciendo temblar a los centrales y el fondo atestado de hinchas del Real con cada centro lateral. La primera mitad tuvo una fase para cada uno, y dos zurdas botaron las dos faltas que dibujaron el 1-1 en un marcador reticente a indicar el primero ''visitante''.
''Cambio 'amarrategui''', le repitió hasta tres veces mientras sonreía un aficionado del UCAM a su mujer, seguro de las intenciones del técnico y satisfecho por estarlo. Lo cierto es que Salmerón le dio un giro a su favor con la permuta, frenando a unos pimentoneros que salieron del intermedio envalentonados e impregnados del orgullo del que se siente en casa. Quitó a un extremo y metió a Checa, que se clavó como mediocentro posicional, absorbió todo el juego directo rival, aseguró en cada ayuda en banda y taponó todo el juego ofensivo del Real. A Fall, que había sido el otro integrante de la medular, lo subió un escalón, y para terminar de hacer la de Mancini con Yaya Touré sólo faltó que el senegalés soltara un zapatazo a la red en las jugadas para las que ahora había sido dotado de libertad. Sergio García siguió sabiendo cómo aparecer y alargar ataques, pero el desgaste de los minutos le proveyeron de la imprecisión y la repetición que desencadena la impaciencia sobre los asientos. El santanderiense volvió a colocarla en el suelo para preparársela a su zurda, y Chavero la pilló en pleno vuelo, convencido de que no se le escapaba. Se arrodilló frente al fondo y un grupo de aficionados fueron a los que se vió caer delante de él al superar una valla publicitaria, pero Chavero tenía encima de él a todos los murcianistas. ''¡Ni la he visto! ¡No he visto si entraba!'', clamaba una señora al cómplice que había encontrado delante de ella. Hasta ese momento no había compartido una palabra con él, pero lo sentía como uno de los suyos, que independientemente de que fueran un porcentaje más o menos cercano al 100, esta tarde los tenía más cerca que nunca. El fútbol es un movimiento social. El partido lo construye la gente en la grada. Y los jugadores los perciben a su lado cuando las pueblan, tengan mayor o menor aforo. Frente a su gente, el Real Murcia volvió a ganar en La Condomina.
''Cambio 'amarrategui''', le repitió hasta tres veces mientras sonreía un aficionado del UCAM a su mujer, seguro de las intenciones del técnico y satisfecho por estarlo. Lo cierto es que Salmerón le dio un giro a su favor con la permuta, frenando a unos pimentoneros que salieron del intermedio envalentonados e impregnados del orgullo del que se siente en casa. Quitó a un extremo y metió a Checa, que se clavó como mediocentro posicional, absorbió todo el juego directo rival, aseguró en cada ayuda en banda y taponó todo el juego ofensivo del Real. A Fall, que había sido el otro integrante de la medular, lo subió un escalón, y para terminar de hacer la de Mancini con Yaya Touré sólo faltó que el senegalés soltara un zapatazo a la red en las jugadas para las que ahora había sido dotado de libertad. Sergio García siguió sabiendo cómo aparecer y alargar ataques, pero el desgaste de los minutos le proveyeron de la imprecisión y la repetición que desencadena la impaciencia sobre los asientos. El santanderiense volvió a colocarla en el suelo para preparársela a su zurda, y Chavero la pilló en pleno vuelo, convencido de que no se le escapaba. Se arrodilló frente al fondo y un grupo de aficionados fueron a los que se vió caer delante de él al superar una valla publicitaria, pero Chavero tenía encima de él a todos los murcianistas. ''¡Ni la he visto! ¡No he visto si entraba!'', clamaba una señora al cómplice que había encontrado delante de ella. Hasta ese momento no había compartido una palabra con él, pero lo sentía como uno de los suyos, que independientemente de que fueran un porcentaje más o menos cercano al 100, esta tarde los tenía más cerca que nunca. El fútbol es un movimiento social. El partido lo construye la gente en la grada. Y los jugadores los perciben a su lado cuando las pueblan, tengan mayor o menor aforo. Frente a su gente, el Real Murcia volvió a ganar en La Condomina.
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